Las afinidades electivas
Primera parte
Capítulo 1
Eduardo, así llamaremos a un rico barón en lo mejor de la edad, Eduardo había pasado en su vivero la hora más agradable de una tarde de abril injertando en árboles jóvenes nuevos brotes recién adquiridos. Acababa de terminar su tarea. Había guardado todas las herramientas en su funda y estaba contemplando su obra con satisfacción cuando entró el jardinero, que se alegró viendo cuán aplicadamente colaboraba su señor.
-¿No has visto a mi esposa? -preguntó Eduardo, mientras se disponía a marchar.
-Allí, en las nuevas instalaciones -replicó el jardinero-. Hoy tiene que quedar acabada la cabaña de musgo que ha construido en la pared de rocas que cuelga frente al castillo. Ha quedado todo muy bonito y estoy seguro de que le gustará al señor. Desde allí se tiene una vista maravillosa: abajo el pueblo, un poco más a la derecha la iglesia, que casi deja seguir teniendo vistas por encima del pináculo de su torre, enfrente el castillo y los jardines.
-Es verdad -dijo Eduardo-, a pocos pasos de aquí pude ver trabajando ala gente.
-Luego -siguió el jardinero-, se abre el valle a la derecha y se puede ver un bonito horizonte por encima de los prados y las arboledas. La senda que sube por las rocas ha quedado preciosa. La verdad es que la señora entiende mucho de esto, da gusto trabajar a sus órdenes.
Johann Wolfgang von Goethe - Иоганн Вольфганг фон Гёте - يوهان فولفغانغ فون غوته