De mi vida
[Diciembre, 1856]
Dos apuntes de Navidad
Jueves, 25.12.1856
Hoy, «primer día de fiesta». Es el día más hermoso del año. Si en la Nochebuena nos alegramos más bien por los regalos, es hoy cuando más se disfruta de ellos. Esta mañana llegaron también mis amigos Gustav y Wilhelm para admirar mis regalos. Después de comer, fui a casa de Gustav e hice lo mismo. Estábamos invitados en casa de Pinder para el reparto de regalos, por lo que nos trasladamos allí a las seis. De su abuela recibió seis volúmenes de relatos de viajes y el juego del terceto, de su abuelo, todos los regentes de Prusia y muchos cuadernos de escritura. De su padre, una maravillosa colección de minerales que, en gran parte, contiene piedras recogidas por él mismo.
Naumburg, 26.12.1856
Por fin he decidido escribir un diario en el que confiar a la memoria todo aquello, tanto triste como alegre, que conmueva a mi corazón. Mi intención es que, pasados los años, pueda aún recordar la vida y los ajetreos de este tiempo y, en particular, los que a mí se refieren. Ojalá que esta decisión se mantenga firme aunque surjan en el camino multitud de obstáculos importantes. Y así, pues, quiero comenzar: Ahora precisamente nos encontramos en medio de las alegrías de la Navidad. La esperamos y vimos colmada nuestra espera, la disfrutamos y, ahora, otra vez nos amenaza con abandonarnos. Hoy estamos ya en el segundo día de fiesta. No obstante, un sentimiento de felicidad irradia resplandeciente desde la primera tarde de Navidad hasta la otra, que, con pasos poderosísimos, acude al encuentro de su destino. Quiero referir, junto al comienzo de mis vacaciones, también el comienzo de la alegría navideña. Salimos de la escuela; teníamos por delante el tiempo entero de las vacaciones y, con el, la más hermosa de todas las fiestas. Ya hacía unos días que, en nuestra casa, se nos había prohibido la entrada a ciertos lugares. Un velo de misterio difuminaba como la niebla todas las cosas, para que, luego, el rayo triunfante del sol de la fiesta del nacimiento de Cristo fuera mucho más vivo. Se recibieron las visitas navideñas; las conversaciones se referían casi exclusivamente a este único tema; yo me estremecía de alegría cuando, con el corazón lleno de gozo pensando en ellas, me apresuré a visitar a mi amigo Gustav Krug. Dimos rienda suelta a nuestros sentimientos pensando cuáles serían los hermosos regalos que habría de depararnos el día siguiente. Así, con la espera, transcurrieron las horas.
Friedrich Nietzsche - Фридрих Ницше - فريدريش نيتشه